martes, 21 de mayo de 2013

EL LARGO Y CÁLIDO VERANO CADISTA DEL 2013




Fin de fiesta con algunos pañuelos. Menos mal que están ahí para salvarnos  Nadal, Márquez, Contador y este junio también la Copa Federaciones. Al cadista no le queda otra que tirar de programación y recurrir a estos fenómenos para sobrevivir al martirio de los cálidos e interminables domingos de verano que se avecinan de aquí a la próxima temporada. Este año, ni liguilla, ni ascenso, ni una sola tanda de penaltis que llevarse a la boca. ¿Y qué hará el cadismo sin su habitual calvario futbolístico estival después de una campaña de auténtico babuchazo?

Una temporada tan corta es un mal asunto. Con levante y sin fútbol la afición amarilla se verá obligada a cambiar la rutina del Carranza por la de la arena de Cortadura. Convertidos en domingueros de facto, el cadismo se tirará de cabeza sin frenos al filete empanao, la tortilla papa, el pimiento frito, el gazpacho y el tinto de verano o la cerveza Con en su defecto (últimamente también se ha puesto de moda la ensalada de pasta aliñá en perjuicio de la piriñaca). Todo eso no es bueno, ni sano tampoco. Por lo menos en el previo del fútbol a menos cuarto ya se sabía que no había tiempo para otro vaso y ahí se cortaba. Un desastre de temporada por culpa de una mala planificación que acabará pasando factura en forma de colesterol y obligará a muchos a hacerle caso por fin a Del Bosque y a pasarse en otoño al Danacol para volver a la vida saludable y de paso cagar más blandito. Ahora se entiende mejor por qué aparecieron pañuelos y lágrimas en el último partido. La gente le tiene pánico al abismo de la movida alternativa de los domingos sin el Cádiz SAD...vame.

 ¡Déle Dios mal galardón a los responsables de este desaguisado! La afición se siente como aquel triste encarcelado del famoso romancero anónimo de título El prisionero. Pongamos un poco de poesía en todo este desbarajuste a ver si por fín los que mandan se sosiegan y encuentran el norte para que este tormento no vuelva a repetirse.
 
        Que por mayo era por mayo,
        cuando hace la calor,
        cuando los trigos encañan
        y están los campos en flor;
        cuando canta la calandria
        y responde el ruiseñor;
        cuando los enamorados
        van a servir al amor;
        sino yo, triste, cuitado,
        que vivo en esta prisión (encerrado en la playa),
        que ni sé cuándo es de día,
        ni cuándo las noches son,
        sino por una avecilla (alegoría de la liguilla)
        que me cantaba al albor.
        Matómela un ballestero (Gaucci,la plantilla);
        déle Dios mal galardón.

domingo, 12 de mayo de 2013

RAMÓN, UN CADISTA DE APELLIDO BLANCO Y CORAZÓN AMARILLO

El cadismo ha sentido profundamente la inesperada muerte de Ramón Blanco. Eso sí que es una desgracia que te hace pensar hasta qué punto merece la pena desvivirse por los vaivenes de un equipo de fútbol por muy Cádiz que sea. Esta sí que quedará para la  historia como la peor noticia de esta aciaga temporada.  A Ramón, ese sentimiento de amor inquebrantable hacia nuestros colores le venía costando la salud y ha acabado costándole la vida. Por eso, por toda una vida de dedicación y de amor a un escudo, Ramón entra por la puerta grande en la leyenda del cadismo. 

Echaremos de menos su magisterio futbolístico. Daba igual donde lo impartiera: en el campo de corto; en el banquillo; en la tele; en las improvisadas tertulias del Bar gol o en la playa  formando jóvenes jugadores. Hace muchos años de niño, mientras jugaba con mis amigos, un hombre que nos miraba atentamente, se acercó hacia nosotros y nos dio algunos consejos para golpear mejor el balón. Le hice caso y resultó. Cuando ya se fue, alguien me dijo que era Ramón Blanco. Entonces no sabía muy bien quién era ese amable entrenador improvisado de mostacho generoso y acento inubicable. Ahora ya sé quién es ese Ramón, un cadista de apellido Blanco y de corazón amarillo.

jueves, 2 de mayo de 2013

QUE ME QUEDE COMO ESTOY

El público del Carranza -cada vez hay menos valientes- puebla las gradas en esta tortuosa recta final de temporada con más elegancia de la habitual. Mocasines con calcetines blancos, jerseys de lana fina con lamparones de cerveza, pantalones chinos de pinzas y colonias de gama media del Aloha. Es época de Primeras Comuniones y no hay tiempo de cambiarse y ponerse el uniforme de amarillo para ir al partido. Camino del Estadio, con los paluegos de los canapés aún entre las muelas, la mayoría de aficionados coinciden en lo mismo. Si la Comunión la hiciera el cadismo, este año el mejor regalo, y, a Dios gracias, sería la salvación, entendida como permanencia en Segunda B y no como un año más de agonía de un Club histórico que malvive en una categoría injusta por afición, pero tristemente merecida por deméritos propios.

Lejos quedan ya tiempos memorables, cuando se luchaba con humildad y modestia con la cantera por bandera por estar junto a los grandes siendo cabeza de ratón. Ahora, el Cádiz se autoproclama club grande de esta división de bronce, pero no ha acabado de adaptarse a su nuevo estatus de cola de león y ha paseado su nombre por los campos rivales con una mediocridad impropia. La nómina de altas y bajas entre dueños, compradores, vendedores, directivos y jugadores que llegan y se van con más pena que gloria comienza a tener tamaño de listln telefónico.

La travesía hacia el ascenso prometido está resultando eterna y se ve un año más lejos. Otra campaña más tirada a la papelera y enésimo golpe a la ilusión del abonado. Como esto siga así van a tener que regalar el abono con el Diario de los domingos junto con el Interviú y el Diez Minutos para que la gente vaya al campo. La exigencia se cotiza tan baja que se conforma ya con un simple "que me quede como estoy". Mal que pese, esa frase resume bien a las claras la situación actual del club y de su parroquia. Ni comunión ni ilusión. Resignación. A pasar por el confesionario para expulgar las culpas y a orar para que el equipo no se pegue de aquí al Corpus una hostia de última hora que le mande directamente al infierno de la Tercera.