
Echaremos de menos su magisterio futbolístico. Daba igual donde lo impartiera: en el campo de corto; en el banquillo; en la tele; en las improvisadas tertulias del Bar gol o en la playa formando jóvenes jugadores. Hace muchos años de niño, mientras jugaba con mis amigos, un hombre que nos miraba atentamente, se acercó hacia nosotros y nos dio algunos consejos para golpear mejor el balón. Le hice caso y resultó. Cuando ya se fue, alguien me dijo que era Ramón Blanco. Entonces no sabía muy bien quién era ese amable entrenador improvisado de mostacho generoso y acento inubicable. Ahora ya sé quién es ese Ramón, un cadista de apellido Blanco y de corazón amarillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, por San Mágico, intenta ser respuetuoso y omite comentarios fuera de tono y de lugar. Cualquier idea, sugerencia o tema digno de interés o de debate será bienvenido. Gracias