miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL CADISMO, LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE

Corrían tiempos de bonanza, y sin embargo, en una tertulia de sobremesa, un analista de barra fija hablando sobre economía se atrevió a decir: "Esto es un disparate. Estamos tirando el dinero, esto va a pegar un peo de incalculables consecuencias". Sus argumentos eran casi incontestables; la gente asentía, pero al mismo tiempo se escondía bajo el whisky cola esperando que la borrasca que se avecinaba por el Atlántico rulara hacia otra parte. Pues no, la borrasca llegó y nos puso la jeta y el bolsillo del revés.


Lo tedioso del juego y la falta de emoción obliga al público a distraerse
 en la grada haciendo fotos  tan ridículas y patéticas como esta
 
Con el Cádiz está ocurriendo igual que con la crisis. Cambio de dueño más que de camisa, un presidente italiano que grita más que hace y al que todos se agarran cual náufrago a una tabla, un vicepresidente japonés que sale siempre con sonrisa de humor amarillo en las fotos, una plantilla con solo tres jugadores a falta de unas semanas para el comienzo de la Liga... Y aún así los cadistas, curtidos en descalabros, pero también en grandes gestas, creyeron que este año por fin llegaría el milagro. Borrón y cuenta nueva y el Club logra convertirse en el cuarto con más abonados de la Segunda B. La afición vuelve a estar a la altura y se toma su cervecita fresquita de previo a pie de campo pensando que la fe mueve montañas y que todo lo que ha pasado hasta ahora es una señal, la señal del Ascenso...  No hay peor ciego que el que no se coge porque no se sube...

Dicen que el fútbol es como una lotería, que la pelota es caprichosa y todo depende de si entra o no entra. Pero para tener fortuna al menos hay que comprar boletos y eso hasta ahora no se ha hecho: no se llega a la portería rival, el pie no se mete con firmeza, nadie coge el sitio, los jugadores juegan con el palomino fruncido a la calzona y ya van dos entrenadores que no dan con la tecla. Así es imposible que toque nada. Ahora llega un técnico nuevo, Raúl Agné, el último antídoto contra la dermatitis futbolística que padece la plantilla y que les hace acabar con la cara colorada y pintada por el rival un partido sí, y otro también.

Muchos llaman a la protesta masiva, pero de nada sirven ya las pitadas. Tanto berrinche forbolero acumulado ha acabado hasta con las ganas de indignarse. Ahora toca de nuevo agarrarse a la grada, dar el enéismo voto de confianza al equipo porque no queda otra y esperar a que por fin se salga del boquete. La gente pide un mínimo argumento para mantener una leve ilusión para ir al campo. Quiere seguir creyendo y se agarra a que la mediocridad de la categoría,  el nivel de los rivales y el mercado de invierno admite aún una remontada. Estamos en mitad de la encrucijada. Si el equipo baja a Tercera, a jugar en el Manuel Irigoyen y el Carranza pa los mormones. Si llega a Liguilla,  bien, porque nos la deben del año pasado. Pase lo que pase, siempre del Cádiz. Y la botella del cadismo, siempre medio llena de ilusión amarilla y azul porque el cadismo es lo último que se pierde.

1 comentario:

  1. Se rumorea en la grada que el bar del submarino amarillo va a cerrar y en su lugar se va a montar una mercería... Vamos Cádiz, palante

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